Dos años y medio sin escribir. Demasiado tiempo. Una vida quizá. En esos más de dos años me ocurrieron muchas cosas. Algunos ya las sabrán, otros las conocerán poco a poco en este blog. Viví en Barcelona esos dos años, en la comunidad autónoma de Catalunya en el reino de España. Vaya que si tengo historias. Algunas, cortas de una noche. Otras, continúan en mis sueños taladrando mis noches con sus "si hubiera" y sus "suponiendo que". Vivir en Sabadell (a 20 km de plaza Catalunya en Barcelona) ha sido de las más grandes experiencias en mi vida. Ya iré contando un poco por aquí lo que llegó a pasar.
Hoy, de mientras, me importa más retomar mi blog. Porque si algo me gusta, aparte de leer, es escribir. Pero mi trabajo me impide muchas veces guardar todo y concentrarme en este tipo de hobbies. En fin, intentemos una historia breve.
Va por ustedes.
-------------------------------
Hace quince minutos que te has marchado. Llevo treinta minutos en esta cafetería y me he pensado pedir un tercer café o la cuenta, para irme al bar que está en la esquina. Te cité aquí para tratar de solucionar nuestros problemas. Que si la ropa en el suelo, que si mis llegadas tarde, que si mi alcoholismo, que si mis gritos, que si mi falta de interés, que si los trastes que no lavo, que por qué trabajo tanto. Vine a aclarar todos tus reclamos. Vine de buena fe. Y tú viniste a otra cosa. Tu decisión la tenías ya bien tomada. En la mesa siguen el par de cosas que has dejado: la pulsera que compartíamos y las llaves de mi piso. ¿Qué voy a hacer con ellos? Ni siquiera me dejaste hablar. Llegaste y dijiste la cantaleta de las últimas semanas: "ya no aguanto, no te intereso, ya ni me saludas, ni me pelas, ya te valgo". Reclamos de niño mimado. Huecos, vacíos, pero, a tu modo, sinceros.
Quince minutos en los que los últimos tres años pasan por mi mente en forma de resumen. ¿Para qué apostar si aunque parezca que ganas, al final siempre pierde uno? Ordené mi casa como quisiste, compré las cosas que quisiste, puse mi horario como preferiste, cambié mi rutina por ti, rechacé un par de trabajos y puedo decir que detuve mis sueños por ti. No es reclamo, pero es así. Ah, pero no fue suficiente. Ni el hecho de soportar a tu gato, ese animal peludo que metiste en mi vida y que detesté al principio. Pero querías el control total, el dominio absoluto de mi persona. Me querías sumiso, callado, con la cabeza gacha: la única manera posible de demostrarte mi amor. "Si me amas harás lo que yo diga" aún resuena en mi cabeza. ¿Cómo pude caer en eso?
Quince minutos en los que, ¡por fin!, tus ridículos arranques de celos han cesado. "¿Qué le ves?", "¡déjame ver tu móvil!", "¿a quién le escribes?", "seguro te andas besuqueando con veinte más", "un día te voy a espiar", "ya puse cámaras escondidas aquí para tenerte vigilado", "¿por qué llegaste temprano?", "¿por qué llegas tarde?". Me río y suspiro. Se acabó y brindaré por eso.
Pero ahora tu gato ya no me recibirá cuando llegue. Ni encontraré huellas de sus patitas sobre mis notas o sobre mi escritorio. Ni se paseará por mis piernas, ni me ronroneará mientras ceno. Ni andará tras de mi a donde quiera que vaya en mi piso. Ni continuará su eterna pelea con la escoba los días que tocaba limpieza. Ni se acostará sobre mi mientras bebo una cerveza viendo Netflix, o leyendo un libro. Ni se alejará de ti buscándome feliz. Ni jugará conmigo con cualquier cosa que se me caiga al suelo. Ni se plantará en la ventana las tardes de lluvia, cola colgando y moviendo al gusto, volteándome a ver a ratos invitándome a contemplar la magnífica vista de la ciudad. Ni saltará de aquí para allá escondiéndose, jugando a que lo encuentre. Ni subirá por mi brazo para instalarse entre mi cuello y el sofá. Ni me brincará encima por las mañanas para despertarme. Ni me lamerá los dedos mientras lo acaricio. Ni se quedará dormido en mis piernas mientras trabajo en la computadora, sintiendo su respiración pausada, cálida, serena sobre mi, que me daba paz en el tormento diario de vivir contigo.
Quince minutos que ayudan a la reflexión. A darme cuenta que, a pesar de todo, fui amado en esta relación. Quince minutos que te has ido. Y no se qué haré sin tu gato.