sábado, 20 de enero de 2018

La lección aprendida

La puerta de su oficina fue golpeada suavemente tres veces solicitando permiso para pasar.
- ¿Se puede profesor? ¿Está ocupado?
- Pasa Felipe, adelante.
Eran las 9 de la mañana de una mañana fría en la ciudad y más en esa zona donde se situaba la universidad. La clase tenía escasos 30 minutos de haber terminado y Felipe había estado presente en primera fila como todas las sesiones.
- Vengo por mis exámenes profesor.
- Claro, Felipe. Busca los tuyos aquí -le dijo el profesor mientras le acercó tres paquetes que contenían hojas y letras de todos tamaños y calificaciones de todo tipo.
- Oiga profesor, ¿le puedo preguntar algo?
Quienes nos hemos dedicado a la docencia sabemos que, muchas veces (la mayoría de veces diría yo), si la pregunta es de tipo personal, alejada del aula, es antecedida por este tipo de preámbulos. El profesor se acomodó en su silla y apartó su vista del monitor para dirigirlos hacia Felipe, quien aún seguía buscando sus exámenes.
- Dime Felipe.
- ¿Cómo es afuera? Es decir, ¿es fácil conseguir trabajo como ingeniero? ¿Sí hay trabajo en las empresas o no?
El profesor volvió a acomodarse en el sillón, aliviado porque la pregunta que creía personal sí era personal pero no del tipo de "preguntas incómodas". Vamos, todos tenemos ese tipo de preguntas personales que muchas veces, con ciertas personas, no queremos que nos formulen porque no queremos responder.
- Hay trabajo Felipe, por supuesto si eres bueno. Tengo muchos amigos con los que estudié que les va muy bien. Ingenieros biomédicos, químicos, electrónicos, eléctricos, metalúrgicos, farmaceúticos, civiles y ambientales que tienen buenos trabajos. Viajan mucho dentro del país y al extranjero, tanto para capacitarse como para dar capacitación. También conozco físicos que les va muy bien, aunque claro esa no es tu área. Conozco a muchos ingenieros que trabajan en la industria porque llevo muchos años dando clase y sé que a muchos de ellos, al menos en el ámbito profesional, les va bien -mientras decía esto último rió un poco, como en afán de decir una verdad ampliamente conocida, un chiste discreto y local. Aprende inglés Felipe, asiste a cuantos cursos de actualización de tu área puedas y aprende todas las matemáticas que puedas: eso siempre es valioso y útil aunque no lo creas.
Felipe escuchaba las palabras y reflexionaba.
-Es que la verdad profesor yo cuando salí de la prepa decidí dejar de estudiar. Me aburrí de la escuela. Y decidí no seguir en la universidad y dedicarme a trabajar. Pero la verdad después de seis meses decidí estudiar la universidad y una ingeniería.
Y mientras se sinceraba con estas palabras, Felipe miraba al profesor con esa mirada que confiesa que había tenido una mala experiencia, o que al menos había aprendido una lección de la manera en que mejor se aprenden las lecciones: la manera dura.
- ¿En qué trabajaste esos seis meses Felipe?
Con sus exámenes en la mano, Felipe cambió de pie de apoyo para dar respuesta. Esa es la típica señal que muestra que necesita al menos pararse bien para contar lo que sigue. Señales que uno aprende no en los libros ni en cursos de capacitación, sino en muchísimas charlas con distintas personas.
- Trabajé seis meses de ayudante de albañil profesor. Y la neta, con eso me bastó.
Fue entonces que se sinceró y el muro de respeto que él mismo se imponía a su posición maestro-alumno se derrumbó. Y continuó.
- La neta fue una chinga profesor. Yo sé que usted no sabe de eso, pero en mi familia no hay dinero. Entonces la neta pensé que podía ganar buen dinero como ayudante de albañil. Y sí se gana bien porque neta hay trabajo. Pero son unas chingas. Mi patrón siempre tiene trabajo. Entonces era llegar a las seis de la mañana al changarro a cargar la camioneta con lo que fuéramos a trabajar. Luego llegar a la casa donde íbamos a trabajar y estar en chinga, toda la mañana, en el sol. Es un trabajo muy duro profe. Muchas veces en las tardes nos íbamos a hacer otros trabajos más sencillos, pero ya uno acababa bien cansado. A veces eran más de doce horas de estarle dando, de comer lo que fuera, incluso en la lluvia o enfermo. Y entonces dije, ¡no, ni madres, esto no es lo mío! Y entonces hablé con mis papás y les dije que quería volver a la escuela, que la chinga como albañil no era para mi. Mi papá es guardia de seguridad y mi mamá ayudante de enfermería y la verdad apenas nos alcanza. Yo la neta pensé que mis papás se iban a enojar o a poner tristes porque ya no iba a aportar el dinero que yo daba, pero la verdad sí les dio gusto que yo regresara a la escuela. Me dijeron que ellos me iban a apoyar nada más que le chingara. Que ellos verían cómo le hacían, pero que para la universidad no iba a hacer falta dinero, aunque comiéramos frijoles. Entonces pues por eso estoy aquí. ¿Cómo ve profe?
El profesor sonreía y asentía mientras escuchaba aquella historia. Esa sonrisa de complicidad de quienes comparten una misma experiencia en distinta aventura pero con una misma lección aprendida.
- Pues esa lección que me cuentas Felipe, yo la aprendí cuando tuve 15 años. Yo trabajaba en una papelería y mi patrón un día nos mandó a mi y a otro con quien trabajaba que le fuéramos a conseguir su tanque de gas porque no tenía y se lo subiéramos hasta la azotea de su edificio en un quinto piso. Una cosa era descargar la camioneta de cuadernos, libros, paquetes de hojas, plumas, cigarros y dulces para vender, ponerte a limpiar muebles, trapear pisos y entregar pedidos, y otra muy distinta cargar el tanque de gas lleno y subirlo hasta un quinto piso. Ahí me di cuenta, como tú, que eso no era para mi. Y bueno, yo me di cuenta que además me gustaba estudiar y pues ya pasaron muchos años y ahora estoy aquí.
Ahora también Felipe asentía entendiendo perfectamente lo que el profesor contaba.
- ¿Y entonces le fue bien estudiando profe?
- No me quejo Felipe. Yo decidí dedicarme más a la investigación y a dar clases que a la industria. Es algo que me gusta. Así que hice estudios de posgrado. He trabajado en centros de investigación en otros países. He podido mostrar la investigación que hago en congresos internacionales en diferentes partes del mundo. No me arrepiento de haber tomado hace muchos años esta decisión y no me quejo. Disfruto lo que hago y de mi trabajo, y eso creo que es algo que todos deberíamos de tener: el placer de trabajar en lo que nos gusta.
Entonces Felipe fue quien ahora reflexionó. Y súbitamente lanzó la pregunta inocente:
- Caray profe, y con todo eso que ha hecho y hace, ¿le da tiempo de hacer vida social, vida personal?

A veces los años no nos preparan para todas las preguntas. Y a veces no todas las preguntas tienen respuesta. A veces también es mejor terminar una charla diciendo "eso es cosa aparte" que influir en alguien de manera negativa contándole tu realidad al respecto.

Nadie aprende en cabeza ajena, bien dice el dicho. Por eso a veces, como en este caso, es preferible que él aprenda si la vida profesional y la vida personal se pueden llevar bien. Ojalá algún día se lo cuente. Y ojalá que para ese día, el profesor tenga en ese cajón de hasta abajo de su escritorio aquella elegante licorera que tiene en casa, y que esté llena de ese bourbon que alegra tan bien las tardes y noches, y que seguramente también alegra las mañanas.