viernes, 23 de marzo de 2012

Una historia con Luz Casal

Desde los 8 años me dí cuenta que vestido de mujer me veía muy bien. Uno de los primeros vestidos que me probé fue el dominical que usaba mamá para ir a misa. Recuerdo habérselo modelado a papá, que sin quitar su atención al televisor, me dijo que se lo mostrara a mi madre, confundiéndome seguramente con una de mis hermanas. Nunca entendí en que mundo vivió papá.
Siempre fui de hombros cortos y largos brazos. Mis hermanas, mayores que yo, envidiaban mi destreza al caminar con tacones. Sus zapatos de tacón. A los 18 años, tras la separación de mis padres, decidí salir a la calle en mi nueva identidad, por primera vez. Toda mi familia estaba de cabeza. Mis hermanas lloraban por mis padres, ellos querían rehacer de algún modo sus vidas por separado, y yo simplemente quería encontrar mi lugar en este mundo. 18 años no son fáciles y menos cuando no sabes bien quién eres. Y así me enfundé en ese ceñido vestido rojo. Me coroné con esa peluca trigueña que resaltaba mis cejas y me maquillé cuidadosamente. Me veía hermoso. Me veía hermosa. Y ese día salí a la calle como Jazmín. "Seda y marfil, sí Jazmín... Jazmín, prohibido prohibir... Ese es el precio de ser feliz..."


Mis hermanas me descubrieron un día. Quedaron sorprendidas por lo bien que me veía. Nunca me reprocharon nada. Creo que para ellas siempre fui su hermanita pequeña. Papá y mamá decidieron no hacer caso a los rumores que les llegaban de mí. Mamá prefirió hundirse en la bebida con sus amigas y papá con veinteañeras que le quitaban su dinero.
Una noche, caminando por el centro de la ciudad descubrí al hombre de mi vi`a; era un buen señor de cierta edad. Sentado en la terraza de un hotel, no pudo evitar saludarme e invitarme a acompañarlo, y yo no pude negarme. Supe que era un ejecutivo, jefe de una agencia de publicidad. Olía un perfume de Givenchi. Se llamaba Rufino.


El tiempo que duramos juntos fue maravilloso. Un año completo. El me trató siempre como una dama y yo, a veces, lo traté igual en la cama. Era casado y tenía dos hijos, y sé que fue feliz conmigo. Me encantaba verlo bailar con su traje de pingüino. Un día me citó en el mismo hotel donde nos vimos por primera vez. Decidió terminar conmigo. Yo no protesté ni lloré. Sabía que no sería para siempre y le agradecí el tiempo que estuvimos juntos. Sin embargo, a veces pienso en él y sé que él piensa en mí. Y de noche, por no sentirse solo recordará nuestros días felices; recordará el sabor de mis besos, y entenderá en un sólo momento qué significa un año de amor.


Casi quince años han pasado de él, quien ha sido el único hombre con el que viví algo parecido. Hoy vivo casado con una buena mujer y tenemos tres hijos que son mi adoración. Ella sabe de mí y me acepta. Sabe que es un gusto que me doy y no le importa. Además le ayudo a elegir mejor su ropa. Una vez al mes salgo como Jazmín. Me encanta recorrer los bares y saber que les soy atractivo a muchos hombres, jóvenes y maduros. Algún día dejaré de hacerlo, cuando ya no pueda disimular los años. Y cuando eso ocurra, para encontrar a la niña que fui, y algo de todo lo que perdí, miraré hacia atrás y buscaré entre mis recuerdos...


No hay comentarios:

Publicar un comentario