martes, 25 de diciembre de 2012

El pastel mancillado

No he escrito nada desde que llegamos a las 10mil entradas! Y ya estamos cercanos a las 11mil y nomás nada! Ah, pero no temaís! No es que la muerte o una crónica enfermedad me tenga en vilo, esperando el momento de mi deceso a ese otro mundo que todos sueñan y anhelan pero del que ningún humano ha vuelto. Simplemente he estado demasiado ocupado y quisiera probar una nueva idea para este blog. Pero para ello necesito tiempo y una creatividad que, para ser sinceros, no poseo.
Espero iniciando el año poder incluir aquí, las ideas que vengo maquinando. Nada sorprendente, nada nuevo, pero para mí sí lo sería.
De mientras, les dejo esta pequeña historia. Tenía un año en borrador y ahora ya está terminada. La empecé en un "All inclusive" de Cancún. A ver si les achocolata la vida.
--------------------------------------------
Quebrado en dos partes, aplastado de los bordes, esparcido de sus adentros, el pequeño trozo de pastel achocolatado suspira con tristeza. Ha visto cómo sus demás vecinos de charola, hermanos en algún momento, han partido, han ido a parar tras viajar en plato blanco inmaculado hacia algún rincón del salón. Los ha visto ser devorados por ancianos, por niños, por solteros y casados, por parejas y en familia, entre charlas y sonrisas en alegre reunión. Ha envidiado cómo algún trozo de alguno que en su momento estuvo a su lado, viajó a la boca de una hermosa mujer, o de un joven atractivo o de un señor con anteojos en su haber. Se ha entristecido de cómo alguien depositó en la boca de su acompañante, usando un pequeño tenedor, un trozo de alguno semejante a él.

Bien sabido es que la comida en buffet tiene sus beneficios. Bien puedes comer cuantos platillos quieras, repetir de aquel que tanto te gustó, decir de éste sí de aquel no, o preguntar con descaro "oiga, de eso que trae usted, ¿dónde lo encontró?". Y al ser así, cada trozo de placer que ha sido preparado con mano artesanal con tanto ahínco, puede cumplir esa función celestial de darnos gusto al placer más adicitivo que resulta el buen comer.

Mas es también, cual antiguo Estado fascista, foco de discriminación. Y eso es lo que hoy sufre el pequeño trozo de pastel, quien ha sido cambiado de charola, una y otra vez, juntándole con nuevos inquilinos rebosantes de perfección. Suspira y en silencio llora. Quizás supone que su fin sea el fondo de una bolsa negra, junto a los restos deshechados, a los que cayeron al suelo, a los que mal no fueron devorados en su totalidad. La basura piensa, será mi condenación.

¿Cuál ha sido su pecado para tener tan cruel destino? ¿Qué ojos son los que juzgan su apariencia, otrora perfecta, y que ahora sólo perciben una achocolatada abominación? ¿Quién pudo crearle esas marcas permanentes que hacen que quien está a punto de entregarlo a su acompañante, con firmeza exclame: "¡el magullado no!"? Quizás un niño travieso lo dañó de muerte. Quizás una mano torpe, o unos ojos cansados, miopes, no distinguieron bien sus bordes y le ocasionaron las cicatrices que ahora lo tienen en ese extraño limbo de olvido, existencia y frustración.

"De la vista nace el amor", le han dicho entre risas sus cofraternos de mesón. Él, resignado sobrevive con la esperanza de endulzar el paladar de quien no lo elija por su físico y sí por su dulce corazón. Yo, ajeno a toda esta disertación, me acerco al placentero rincón de los postres donde los olores y sabores se combinan en un paraíso terrenal. Miro al pequeño pastel mancillado y, de sostenerme la mirada, casi siento su incapacidad. Se avergüenza y se esconde: ¡no soportará un rechazo más! Al clavarle la mirada, llego a una conclusión: "algo bueno habrá tenido, pese a su mala condición". Tomo las pinzas y con cuidado lo deposito sobre plato blanco inmaculado, "endulzame la vida, trozo a trozo, hasta tu inminente extinción". Él, aliviado, suspira, "¡por fin, el noble caballero me escogió!". Y al momento de probarlo yo sonrío y él, contento, agradece mi elección.

2 comentarios: