Soy yo, o este día amaneció más tarde. El sol salió diferente, los pájaros cantaron en los balcones melancólicamente, como rara vez lo hacen en una mañana lluviosa. Los gatos no rozaron las paredes buscando el contacto humano ni sopló el viento alegre por las calles de la ciudad. Las hojas de los árboles no cubrieron los toldos de los autos mientras sonreían, ni los perros aullaron unísonos ante el paso de una ambulancia. Un desdén de todo hacia nosotros existía esta mañana del 2 de julio.
Recorrí las calles buscando contacto, tratando de entender si este día tan raro era sólo percepción mía o de veras había algo más en el ambiente. Las calles largas y vacías, igual que los rostros que veía me daban una idea de que algo ocurría. Escuché risas, escuché cantos; ¿porqué no habría de escucharlos si la vida sigue? Como cuando alguien pierde a un ser querido, hay un tiempo de luto, que puede durar días, semanas, años, o reponerse de inmediato tratando de encontrar consuelo en la rutina diaria. Eso debe ser. La gente se apresura a encontrar consuelo rápido de la tragedia que vivimos. El futbol, la novela, el chisme del barrio, la señora del vecino o la hija que resultó embarazada: hay que disipar la tristeza con noticias ajenas, que nos hagan reir, que nos hagan olvidar, que hagan valer el famoso dicho de "un clavo saca otro clavo", lo que significa que una tragedia se alivia con otra tragedia, y si es ajena mejor.
"Yo voté por el viejito, pero nos chingó el copetes" me confesó una señora. "Ni modo, prefirieron su tarjetas del Soriana que su dignidad" me comentó un taxista. "Nos la metió televisa", escuché decir en el metro. ¿Es acaso que este presidente que hoy tenemos refleja como nunca lo que es el pueblo de México, lo que quiere ser México? Un personaje ignorante, pobre políticamente hablando y de capacidades limitadas que alcanza la cúspide mediante palancas, estafas, manipulaciones, tranzas y artimañas. ¿Es acaso que eso queremos para México? ¿O es que acaso eso es México?
No es percepción mía. Hoy amaneció más tarde. De hecho no ha amanecido aún. Será una noche larga, que probablemente durará 6 años más. Los senderos del país son cubiertos por el manto histórico de la vergüenza, de la derrota, del olvido y del desencanto. Es triste saber el pueblo que hemos formado, que hemos cultivado: televisado, mediatizado, ignorante e ignorado, y al mismo tiempo, ¡inconsciente de esto! ¿Qué puede esperarse de un pueblo que no lee?, mas que querer ser el "Vitor" o de los que "dijieron" cualquier cosa que los haga conocedores de los programas más populares de la televisión abierta. ¿Qué nos espera de una clase política que una vez electa no vuelve la vista a los ciudadanos? ¿Cómo discutes con alguien que sólo votó por Peña porque no quería que ganara el Peje, debido a sus plantones? ¿Cómo convences a alguien de leer o escuchar el proyecto alternativo de AMLO cuando conjuga mal el verbo venir escribiéndolo además con "b", pero sabe la primera novela donde apareció la siguiente primera dama? ¿Cómo serenarse ante la desolación que viene, que me aflije y acongoja porque no habrá oportunidad de nada?, más que de resignarse y esperar la aplanadora de reformas que nos buscarán imponer y que benefician siempre a los potentados y nunca al pueblo raso. Que benefician siempre a esa clase faraónica.
Hay priístas cultos, inteligentes y socialmente comprometidos con el pueblo. Ellos no toman decisiones, no están al frente de nada importante, son un estorbo para los que mandan en el partido y que mandarán en el país. Quedan relegados a puestos inferiores, que cuando decidan ser parte del "establishment", y hayan olvidado querer ayudar al pueblo más allá de dádivas y migajas, se volverán útiles al sistema y accederán a los puestos importantes, como tan bien se refleja en la memorable película "La Ley de Herodes". Resulta una ofensa para nosotros mismos que hayamos aceptado el regreso de ese modo de hacer política. Un modo que en realidad nunca se fue.
¿Qué sigue para los que no creemos en este "proyecto de nación"?, por llamarlo eufemísticamente a la agenda política del siguente sexenio. El Status Quo se conservará y no quedará más nada por hacer. Habrá más pobres seguramente y una extraña clase pobre media emergente que buscará acceder al siguiente escaño como sea, para olvidarse de dónde viene. Peleándonos los de abajo por las oportunidades que deberían ser equitativas para todos, solo distinguibles a través de tus capacidades no relacionadas con las económicas. Mi voz y la de miles en las calles no es nada contra la de 500 fulanos alineados con sus líderes de bancada, alzando la mano para aprobar reformas contra aquellos que los votaron. Es la realidad de lo que vendrá, coronada por la redención nacional de Carlos Salinas.
Muchos son felices en este país sabiendo que, de alguna manera, tienen más que algún otro. Un mejor celular, una mejor pareja, unos mejores zapatos, un mejor coche o un mejor reloj. Más viajes, más cosas, más de algo. Eso los hace sentirse superiores a los demás y es fomentado por el sistema. Los valores son ridículos. La inteligencia y las capacidades personales inservibles si no traen consigo cosas materiales. Tales cosas materiales alcanzadas son más importantes que la manera en que se hayan conseguido, al menos claro, que el medio haya sido uno tal que demandara el menor de los esfuerzos. Eso te hace ser aún mejor. "Lo compré en Tepito", "se lo robé al vecino", "se lo chingué al del cable", cientos de ejemplos más por citar. Y hasta en eso Enrique Peña Nieto, el virtual presidente electo 2012-2018 es un gran ejemplo.
Que pena.
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Hoy amaneció más tarde;
tras la cortina de mi alcoba,
y sin mirar afuera lo confirmo:
aún no ha amanecido.
Una noche larga nos espera;
comenzó ayer, autoritaria, siniestra;
dos mil doce julio uno
en el país de la eterna espera.
Las urnas ya se doblan,
las casillas ya se cierran,
perversos brindis tintilean
y la esperanza se acongoja.
El pueblo razo dividido:
los sublebados e inconformes
reprochan a los agachados,
a los inamovibles, los televisivos.
Se ahogan las lágrimas mías
y las de muchos que al final veían
una posibilidad, una salida
de un tunel de décadas perdidas.
¿Sabrán esos del pueblo raso,
que dieron la espalda al cambio,
lo que han hecho a ellos mismos,
al país, a sus hijos, a sus hermanos?
Vale más vivir agachado,
aseguran, que morir de pie;
el miedo se clava profundo, enraizado:
mejor malo por conocido que bueno por conocer.
6 años más durará la noche del sexenio,
larga, fría, para mi pueblo olvidado,
que ha preferido seguir mal como ha vivido
que despertar en un amanecer franco.
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